(Esta sección es una ventana a la forma en que me organizo y pienso destinada al equipo que me acompaña en un determinado momento, no porque me parezca singular o digno de atención alguna, sino porque resulta a veces más sencillo tirar del hilo hacia la fuente para entender algunas prácticas y decisiones.)
Hace cosa de tres años coincidieron en el tiempo un par de artículos (FastCompany y Forbes, creo) que me tocaron de lleno. En uno de ellos un CEO racionalizaba su “retorno al despacho” con argumentos brillantes. En otro se desmitificaba el valor del “open floor” toda vez que cada empleado había reemplazado el cubículo de antaño por unos auriculares de cancelación de sonido.
Como le ocurría al citado autor, durante años he renunciado a contar con un despacho propio en favor de interacciones “espontáneas” y una sensación de “remar juntos”.
La realidad es que, con la mayor parte de mi tiempo volcado en tutelaje o reuniones internas, llamadas, y tareas de alta concentración (naturaleza propia de estar “ON the business”), termino acampando en una sala de reuniones durante horas o días enteros. Mi alternativa, a falta de más espacios compartimentados, es el uso de espacios en remoto convenientemente ubicados y preparados para recibir a otros miembros del equipo o colaboradores externos.

