(Esta sección es una ventana a la forma en que me organizo y pienso destinada al equipo que me acompaña en un determinado momento, no porque me parezca singular o digno de atención alguna, sino porque resulta a veces más sencillo tirar del hilo hacia la fuente para entender algunas prácticas y decisiones.)
Tal y como lo veo, en el nacimiento de una unidad productiva (empresa) se forma una especie de pacto en virtud del cual:
El emprendedor sacrifica inicialmente su carrera profesional individual, seguridad, ahorros (de tenerlos), y vida personal (la muy salutífera “desconexión”) a cambio de libertad, remotas posibilidades de satisfacción de una ambición (con o sin codicia), y la persecución de un propósito creativo
El empleado sacrifica en mayor o menor medida las aspiraciones iniciales del empresario a cambio de ingresos garantizados, vida más allá de la específica unidad productiva, y posiblemente salud física/mental.
Hasta hace algunos años consideré que esta situación era 100% intercambiable, con un futuro en que todos seamos a un tiempo ambas cosas por desaparecer la relación “laboral” e incluso la empresa como se ha heredado de la revolución industrial, en un mundo atomizado hasta el extremo en que se forman unidades productivas bajo demanda, ora lideradas por otros, ora por uno mismo.
Después vinieron las modas de montar “startups” y la obsesión de todo político por hacer de todo ciudadano un empresario, y un repaso a las estadísticas me llevaron en otra dirección. Dado que la mayor parte de las empresas desaparece en su primer año de vida, y que solo el 5% sobreviven a los primeros diez años, podría extraerse que quien emprenda lleva algo en los genes similar al instinto suicida-procreador del macho de una mantis religiosa. Y que por tanto yo he nacido para esto, funcione o no. Como sin duda aflorará en algunas o algunos de vosotros.
Sea de un modo u otro, seamos todos de la misma cepa o no, veo esta relación como algo que requiere mucho mayor acercamiento de lo que hemos heredado si es que queremos llevar a buen puerto esta particular aventura.
En otras palabras, en una relación en que unos ponemos riesgo y capital (cuando llega) y otros ponemos tiempo y compromiso, el equilibrio se rompe cuando:
El emprendedor se aprovecha del tiempo y esfuerzo de otros sin corresponder con riesgo y compromiso o la transmisión de un propósito claro
El empleado se impermeabiliza ante la apuesta personal y patrimonial del empresario para “cumplir” con un horario sin asumir compromiso alguno de cara al entregable o misión final.
Por esto mismo repito mucho que no me interesa vuestro tiempo (esto afecta más bien a vuestra propia relación vis-à-vis el resto de compañeros, necesitados de un esfuerzo en equipo), sino más bien vuestro compromiso con el resultado final. Un producto impecable, un cliente feliz, una marca aspiracional.

